miércoles, 1 de diciembre de 2010
A LA MARCHA ANTITAURINA EN QUITO
IMAGINARIOS TAURINOS Y ANTITAURINOS EN QUITO*
El toro tiene su significación mitológica en las culturas primordiales; y desde la mitología mediterránea europea (persa, babilónica, griega e ibérica) constituye un animal venerado, idolatrado y mistificado por su relación con la fuerza, la fertilidad, el rayo, la tormenta y la lluvia o la representación de las fases lunares; en tanto, desde la mitología judeo-cristiana y católica, constituye una “representación diabólica”, de tradición bárbara y pagana, lo que reafirma su condición “animal”, inferior y salvaje frente al ser humano supuestamente “superior” y dotado de pensamiento, sentimiento y “razón”.
Es necesario señalar que el toro que “se utiliza” en la tauromaquia, es un “toro bravo” construido de manera lenta, sistemática y a veces con intervención genética, para actuar en las ferias, torneos, corridas y otras “fiestas taurinas” que desde la Edad Media, terminaron afirmándose en la península ibérica y en la posterior Monarquía y República Española, hecho que no sucedió en otros territorios europeos, en especial del área mediterránea.
Los toros, las vacas y la actividad ganadera pastoril, verbigracia la llamada “fiesta de los toros” llegó a nuestras tierras durante la invasión y “conquista” española, y a través del tiempo ha tenido un crecimiento sostenido aunque desigual, guiado por la ideología de “lo castizo”, de “lo blanco” y de “lo hacendario”; además de estar ligada a la modificación de la dieta macrobiótica andina por aquella omnívora pregonada como superior, por las población castellana alienígena; esto se suma a su vínculo y alianza aparentemente insólita con las prácticas religiosas y cristianas implementadas por las autoridades de la iglesia católica, amen de su burdo correlato con el sistema político administrativo autoritario, proveniente del régimen colonial.
Una recuperación de este imaginario colonialista se efectuará en los primeros años de la década del 60, a tal punto que Quito y su “Feria Jesús del Gran Poder” fue enarbolada por la alianza católico, quiteñista, hacendaria, ante el avance peligroso del “comunismo internacional” bajo el mal ejemplo de la “revolución cubana” para las juventudes revolucionarias ecuatorianas de la época y, fue desde entonces promovida como de “las mejores de América”, debido a la presentación de “toreros de gran renombre”, haciéndola coincidir con el fortalecimiento del imaginario “colonial y castizo” de “Fundación de la Muy noble y Muy leal San Francisco de Quito, el 6 de diciembre de 1534”, en acuerdo con la difusión del credo católico pretendidamente “civilizatorio”, implementado por la corona española.
A la discusión contemporánea, entre “fiesta” y “matanza “se la puede interpretar como parte de la discusión de los imaginarios mundiales contemporáneos entre quienes sostienen el apego o “veneración por la naturaleza” como matriz primordial de las sociedades indígenas o nativas y la de aquellos que propugnan “la modernidad”, denotando en los sectores de mayor conciencia biocultural y proyección biopolítica, un pretexto de verdadera crítica al canon euro y antropo-centrista y/o “especista” (el ser humano como única especie evolucionada) este úlitmo proveniente de la llamada "sociedad de occidente" (verbigracia mitología judeo-cristiana) así como símbolo de la permanencia de una ideología capitalista que presume de “globalizada”, universalista y “a tono con el progreso tecnológico” de los “países más desarrollados” del orbe.
Quienes tienen gusto y afición por lo taurino propugnan, -rebasando el terreno artístico hacia el político-, que “en democracia” todas las personas “son libres de actuar y de escoger lo que ellos quieran”, como opción de vida, cultural y festiva”. Este debate siempre acarrea polémica desde las nuevas conciencias de identidad quiteña, pues la tauromaquia es una fiesta implantada desde la época colonial sobre las fiestas solsticiales y equinocciales indígenas y en los lugares sagrados, canchas indígenas o en los ejes o ceques de camino ritual, los mismos que se mantienen en su forma sincrética hasta nuestro días, en forma de caminos procesionales y vías de romerías o que han sido paulatinamente ocupados por edificios coloniales y templos cristianos; incluso la fiesta taurina ha servido como mecanismo de proselitismo y ocultamiento de aquellas actividades rituales indígenas de carácter solar y lunar, siendo implementada como fiesta pretendidamente “popular” en ciudades menores andinas y aún en pueblos de fuerte población indígena, gobernados hasta hace pocos años, por elites pueblerinas con pretensiones “blanco-mestizas”.
Para sus “amantes”, la tauromaquia es considerada “un arte” una verdadera “poética” y hasta “una estética”, por toda la “carga simbólica” que ella conlleva. Sin embargo, a la tauromaquia en términos generales se la puede considerar como un verdadero ritual premeditadamente ideológico, cargado de intencionalidad y para ciertos sectores, como la expresión remanente del maniqueísmo ideológico religioso que estigmatiza y establece diferencias insalvables entre “el bien y el mal”, entre “la vida y la muerte”, “entre lo luminoso y lo oscuro”; además de constituir para sus defensores, un acto de valentía de ciertos super- héroes (“matatoros”) que se juegan la vida, al enfrentarse a un animal cuyas características son de bravura y comportamiento de “naturaleza instintiva”, convirtiendo al acto taurino en una verdadera metáfora de supremacía del “mundo civilizado”, frente a aquel bárbaro y “salvaje” de culto y veneración a la naturaleza “aun no dominada”; cosmovisión atrasada y pretendidamente "remanente de los pueblos primitivos” .
La moda, también es parte fundamental de los imaginarios taurinos ecuatoriales, pues se la ha visto cada año, que genera una nueva tendencia en cuanto a la forma de vestir y de usar el “traje de luces” desde las ya lejanas épocas feudales, de los “matatoros” hoy llamados eufemísticamente “toreros” y, denota su influencia en la difusión de “modas” entre los asistentes a la “fiesta”, bajo el uso y/o abuso anárquico de códigos y modas que expresan de modo patético barrocas vestimentas a “lo andaluz”, “lo cowboy” y “lo montubio ecuatorial” esto último por el uso de elegantes “panamá huts”, gafas y jeans de marca ; esto se suma a la manipulación de modelos y accesorios que se consideran deseables o verdaderos códigos de “buen gusto” y de distinción por parte de las elites criollas, quienes posan ante las cámaras de los medios de comunicación de corte amarillento, haciendo visible un verdadero y folklórico “jet set” político, intelectual y artístico.
A pesar de que la mayoría de la población quiteña no muestra interés alguno por esta actividad sin tradición cultural ancestral y, de que los “toreros ecuatorianos” no poseen gran renombre a nivel internacional, la empresa creada para administrar la feria con apoyo incondicional del municipio quiteño: CITOTUSA así como las ganaderías ecuatorianas de “toros de lidia”, consideran a la fiesta de los toros como una verdadera cruzada comercial y de ganancia alternativa a sus “intereses agro-capitalistas-pastoriles” y se erige como la propulsora de una “buena imagen” para la ciudad de Quito y para todo el país, de modo que en los últimos años han tenido inusual reaparición en nuestro medio también los “matatoros nativos”: algunos hijos de hacendados y empresarios ganaderos (pues los anteriores más bien provenían de sectores populares) siendo habitualmente magnificadas sus participaciones en las ferias de México, Colombia y Perú, y en alguna ocasión memorable hasta en los legendarios cosos de España...
La esencia del futuro debate taurino-antitaurino, a estas alturas de la primera década del siglo XXI y en ocasión del “50 aniversario de la feria Jesús del Gran Poder”, parece centrarse entre los intereses comerciales de “los empresarios de la fiesta”: vinculados al aspecto “lácteo- turístico y financiero” del evento, con aquellos de los “ciudadanos comunes” y en especial con aquellos de los activistas ecologistas, “animalistas” y gestores de los nuevos imaginarios urbanos anticoloniales por un “Kitu milenario” y multicultural, que rebasando la visión colonialista de la ciudad de Quito por parte de las elites seudo castizas, quieren resignificar a la ciudad metropolitana actual para ya no ser más una “ciudad española en el Ande”.
Si los taurinos, argumentan que esta actividad mortal: es toda una “fiesta de tradición popular” y los grupos empresariales anclan sus identidades colectivas en la “fundación española”, además de resalatar los “grandes beneficios” que la “FERIA JESÚS DEL GRAN PODER” aporta a la economía del país, e incluso a los “sectores populares” quienes incentivan con las fiestas taurinas sus economías marginales, -incluso con la venta y/o contrabando de la gran cantidad de carne faenada durante la temporada-, la cual es comercializada y consumida de manera ilegal y a veces clandestina en los barrios populares y en los poblados de la micro región quitense.
Este imaginario de activación económica y del turismo en la ciudad, cuyas estadísticas y bondades para el conjunto de la población no son evidentes, es soportado, difundido y promovido a través de estrategias de comunicación masiva a nivel escrito, radial e incluso a nivel de programas de farándula audiovisual, felizmente sin mayor audiencia frente a otros programas de entretenimiento de nuestra poco feliz industria televisiva; todo ello muestra los esfuerzos del capital financiero y hacendado taurino, por reactivar las cualidades de la inserción de Quito, en el “circuito tauromaníaco internacional”.
En lo que se refiere al imaginario contemporáneo de los ecuatorianos frente la tauromaquia, este aparenta cada vez más y de modo progresivo, ser de rechazo y es muy posible en poco tiempo, la implementación de una consulta popular para su abolición a pesar de la complicidad del gobierno municipal por evitarlo; asistiríamos entonces a un escenario inédito para pensar en su resignificación desde ángulos sociales, históricos, ecológicos y multiculturales, puesto que en sondeos previos, la mayoría de la población quiteña, lo considera como un “acto cruel”, tanto para los seres humanos que actúan y observan, amén de los animales que en este acto violento intervienen y son torturados; imaginarios que son coherentes con el interés de la población mundial sobre las especies animales y la situación de la naturaleza en general, en especial ante el fenómeno de cambio climático del planeta.
Diego Velasco Andrade
Kitu, Tierra de la mitad
1 de Diciembre 2010
DÍA DE LA RESISTENCIA DE LOS PUEBLOS KITWAS
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