lunes, 12 de noviembre de 2007

SERIE UNA GENERACIÓN ABDUCIDA

SERIE UNA GENERACIÓN ABDUCIDA





BAJO EL SOMBRERO DE "EL POETA"
Rafael Larrea Insuasti
1942-1995

En 2007, se cumplieron doce años de la muerte física de Rafael Alejandro Larrea Insuasti, "alias" "el poeta", como lo llamaban sus amigos, alumnos y camaradas; uno de los activadores claves del movimiento Tzántzico: aquella banda iconoclasta creada y recreada en los 60, bajo el sombrero rojo de la revolución cubana. "El poeta" fue arquetipo de irreverencia contra el canon y lo "oficial", contra los bardos de cafetín y los florilegios de la "Real Academia Ecuatoriana de la Luenga", de aquellos nobles representantes de la literatura comarquiana de la época...

Rafael Larrea, siempre fiel a la propuesta tzántzica original, ligada a la acción y a una transformación posible del mundo; a una concepción ético-estética del hombre solidario, simbolizan una poética del optimismo, del avance, del siempre MAS, frente a aquella literatura que el "desencanto" y el "desencuentro" pudo extraviar a otros, que de reductores de cabezas devinieron minimales tzantzas del sistema, puesto que imaginar y construir un mundo más poético y estético, tal fue la bella tarea en la que Rafael Larrea Insuasti, perseveró hasta el final...

"Levantapolvos", fue su primer poemario (1969) una obra fundamental para entender la "poética tzántzica"; allí Rafael dispara lanzas, dardos, pucunas, verbos, flechas, pólvora, a la cabeza del buen burgués y hace arribar a María Campanario al café 77, a algún rinconcito bohemio de la plaza de Santo Domingo ; a esas picanterías y rockolas ya perdidas entre la cal de la renovación urbana, donde un día el poeta convocó a salir de su ataúd a la "vida perra / vida presidenta / embajadora vida millonaria", y propuso morir "al dizqueinventor de esta vida" /"ay qué alhaja", y salió a recitar sus levantapolvos montado en una escalera junto a Raúl Arias y Alfonso Murriagui, bajo una luna iconoclasta y parricida, oficiando de cómplice y encantador de una tribu utópica, a la que luego muchos intentaron subirse al vuelo...

Luego plantó "Nuestra es la vida", (1978) ; poética sentenciosa de influjo vallejiano, plena de "dados eternos " y de " morir con aguaceros ", tan andina y tan humana como la del peruano, en donde nos cantó poemas de amor a sus hijos y a su padre y a los '' constructores de este mundo'' ; a sus compañeros pintores, músicos y poetas del Centro de Arte Nacional, del Noviembre 15, del Taller de Literatura Joaquín Gallegos Lara : esa suerte de inventos utópicos que él ansiaba hacer reflotar ante el naufragio de dispersos y pasados "frentes culturales".

"Campanas de bronce", (Colección VivaVida 1983) editado por su compañero de armas literarias, ese otro gran ausente: Alfonso Chavez Jara, confirmó su nitidez poética frente al progresivo giro de sus contemporáneos hacia lo "cosmopolitista" y "lo solemne", "hacia el aburrido tonito de corte inglés"…, ensordeciéndolos con el sonido vigoroso de sus campanas, pues ahí Rafael intentaba re-tomar, re-asir, re-sonar ese nuestro ser andino renegado y maltrecho; aquel que persiguieran los Icaza, los Carrera y Dávila Andrade, los Miguel Angel León y Miguel Angel Zambrano; aquel paisaje poético con sombrero, poncho, y chuquirahuas; arcaísmo o "regresión indigenista" que pocos entendían, menos los jóvenes de aquel entonces, que entrampados en las luces de lo artificioso, en la angustia del embotellamiento y el stress de cemento, considerábamos anticuado, pero que nunca mejor que ahora: época de diversidades y multiculturalidad, se "deja leer" como un gran fresco de nuestra historia e identidad ecuatorial.




En "Bajo el sombrero del poeta", (El Conejo 1988), publicado ya en plena "Era del Desencanto" (para los escritores "oficiales" y/o "de oficio") Rafael extrae sombreros y conejos de una moderna chistera. María Campanario: ya menos bella y cuarentona, pero enriquecida de mundo, vuelve a recorrer los irónicos parajes del Patrimonio Cultural de alguna Unesco con tintes eurocentristas, que no mira a Quito como lo que es: un verdadero Paisaje Cultural Milenario...


En los 80, había corrido ya mucha agua bajo los puentes y bajo su sombrero había visto bullir muchas imágenes; el indio Alfaro se había estampado sangrante contra las paredes y el paisaje de la izquierda bien vestida parecía difuminarse. Mas "El poeta" seguía allí perseverando... Venía desde la tierra de la diosa Umiña: aquella de la gran esmeralda; luego de un corto silencio, más bien, de un arduo trabajo político subterráneo, regresaba a dar a luz un nuevo árbol. Venía de escribir no solo poemas sino también canciones: había hecho " que baile la Inés, que baile el ramón" el "capishca de la libertad" y había hecho zapatear con pañuelo tricolor a los comuneros de San Juan (ay caraju)...junto a sus compañeros músicos de Cantores del Pueblo y Noviembre 15, con quienes compuso, tarareo y zapateó, decenas de canciones que hoy forman parte del patrimonio musical de los pueblos del Ecuador.

"Nosotros, la luna , los caballos"( Búho Editores 1995 ) editado por Francisco Borja, es un regreso en espiral a sus fantasmas tzántzicos (como todos volvemos a nuestros fantasmas de juventud un día...). En él, Rafael detona de otro modo, aquella misma temática que junto a otros iconoclastas activó en los 60. Para ese entonces, ya su llama se extinguía, pero él se negaba a dejarla apagar...

En "La casa de los siete patios", obra póstuma ( CCE 1997 ) fueron recopilados los papeles de ese cajón "lleno de mundo" donde Rafael guardaba sus recuerdos, sus cachivaches, su línea política marxista leninista ML y su Quito de acordeón y aguitas de canela, confrontándolos poéticamente con otro Quito de casi fin de siglo, donde los cieguitos son arrollados por el Trole y El Bosque y el Quicentro, y en la Gonzáles Suárez, "globalizada" pasea todavía una María Campanario ya sesentona y talvez, felizmente abuela




En 2006, su familia y amigos, en proyecto con K-Oz Editorial, publicamos una antología poética de parte de su extensa obra, que resta todavía a conocer y a bien valorar, con el prólogo de su amigo y camarada Alfonso Murriagui Valverde.



La última vez que con Francisco Borja vimos al poeta (abril 1995), él sacó de su garganta un aire de alegría; y dejó por un momento su intestino en metastasis y nos habló de literatura, de amor, de política, de sus proyectos para alguna vida futura...; y nos retó a seguir escribiendo, peleando, royendo el "desencanto"...; la utopía perdida para muchos, jamás para él. Aún quejándose, sacó el charango de su estuche de alpaca y nos habló con sonidos que reverberaron en ésa, su casa nueva y de Magali: su compañera; en aquella morada repleta de guitarras y de libros, tan al norte de aquella de la Briceño en el legendario barrio quiteño El Dorado.

Acompáñenme ésta, nos dijo, y se acordó del poeta y cantor boliviano que murió junto al CHE en la selva; del tren bajando su humo nuevo desde la Argentina trayendo también a Raúl Arias y Alfonso Murriagui sus compañeros de ruta ; bajó otra vez en nostalgias desde el Illimani hasta La Paz y en La Paz se acordó del amor de la gente y del Tiawanacu y del reloj de piedra por donde el sol ingresa por su ojo en cada primavera. Y luego hasta intentó tocar mis llamitas y luego solo se fue, se fue por la menor, girando hacia un sol sostenido siempre naciente, por la menor se fue otra vez girando, girando en espirales.

Diego Velasco Andrade
Ki-To noviembre 2007



MANIFIESTO

Rafael Larrea Insuasti
1942-1995


Nosotros, los de este lado de la raya, nos negamos a redactar el testamento que, tan acuciosamente, solicitan todos quienes anhelan un respiro de irresponsable tranquilidad.

Mientras estemos vivos, Hablaremos. Y muertos, también. No hemos nacido para morir. No hemos remado sobre arenas movedizas, ni hemos desintegrado nuestro ser. No hemos bebido la luna de Li Po en vano.

Somos los gestores y partícipes, los responsables de los actos y las palabras, de los sueños, de la actitud y el pensamiento, los proponentes y los jornaleros, los poetas que damos testimonio.

Espartaco, el primer de los Tzántzicos, nos enseñó a erguir la espalda adolorida de todos los esclavos y a luchar por la dignidad del hombre.

Nuestra misión en la tierra es crear, no sobrevivir. Nuestra tarea es transformar.

No hay una sola dimensión del ser. Se es un instante y también el resto de la piedra. Cada cual es su propia sombra.

Los hombres somos tercos, porque somos realidad.

Seguiremos cuestionando la eternidad de las esfinges, arrebatándoles su sacrosanta justificación de la propiedad privada que mantiene en las “huachimanías” a los desposeídos y humillados.

La mañana es grande, más que la tarde, pero sólo la noche del creador recoge la dimensión del universo.

Muchos sentidos tiene la vida, algunos, como la memoria o la capacidad de valoración, son como los innominados cometas que, trae largas vueltas elípticas, retornan con sus colas maravillosamente iluminadas y nos sobrecogen de emoción desacostumbrada, sólo parecida a aquella primera vez que tomamos conciencia de la inmensidad del hombre, del futuro de la sociedad humana.

Asumimos el poder de lo irreverente, elemento vital de los poetas y los pueblos, sustancia de, lo nuevo, manto protector contra las erosiones, fuente inagotable de potencia creadora.

No habrá jeques ni alfombrazgos si no hay poetas que se inclinen ante el rey de pacotilla.

Tras los diluvios y los sismos, este otro tiempo. Tras una etapa de crisis, otra más general y profunda, y así en adelante porque los factores que la generan son los mismos. Pero, son los otros, los opresores, los que están en crisis. Los poetas y los pueblos la resolverán a su favor cuando asuman las riendas de sus destinos.

Este otro tiempo exige respuestas. Debemos dárselas. Unámonos.


Siguen vigente la palabra nueva, el hombre y el mundo nuevos.

“POR UN NUEVO MANIFIESTO TZANTZICO”

DURANTE EL ENCUENTRO CULTURA ENTRE DOS CRISIS (1988)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Importantisima contribucion para el reconocimiento de grandes poetas. Gracias